viernes, 8 de febrero de 2008

Tecnologías y adolescentes

Lunes, 09 de Enero de 2006
EL 86 POR CIENTO DE LOS JOVENES PORTEÑOS DE CLASE MEDIA
TIENE CELULAR Y EL 82 POR CIENTO, COMPUTADORA

La generación de los enchufados, electrónicos e hiperconectados. El acceso masivo en los adolescentes a las tecnologías de la informática y la comunicación genera mundos paralelos invisibles para los adultos, según una encuesta de la Fundación Diagonal Sur. Sin embargo, no existen puentes que relacionen esta apropiación de la tecnología y la educación.
Por Cristian Alarcón

Malena no deja en paz a su padre. A los doce años su estrategia es no parar hasta que él, como ya hicieron la mayoría de sus amiguitas de la escuela, haga el desembolso para un celular con cámara fotográfica. La nena ya se adapta, en la primaria, a lo que una encuesta a la que accedió Página/12 revela –o confirma–: el 86 por ciento de los estudiantes secundarios de clase media de la ciudad de Buenos Aires –pibes de entre 13 y 19– tiene celular. El 82 por ciento dice tener computadora en la casa, y de ellos ocho de cada diez tienen conexión a Internet. El estudio, realizado entre casi 400 alumnos de 40 escuelas de toda la Capital, indaga en la relación entre adolescentes y tecnología, y sobre su impacto en la subjetividad de los chicos. No les importa la escuela. Usan para fortalecer sus vínculos a las herramientas que sus padres les compran para controlarlos, ensoñados con el ascenso social de sus hijos, o esperanzados en su mejor rendimiento. “Lo que más sorprende de la encuesta es que demuestra cómo a través de la tecnología los chicos pueden crear mundos paralelos invisibles para los adultos”, dice el sociólogo Carlos De Angelis, de la Fundación Diagonal Sur, quien dirigió la investigación.
La urgencia de Malena la llevó a sostener una estrategia. Llamar a su padre a lo largo del día en distintos momentos, cada vez que cree que su ansiedad estallará para recordarle su compromiso y pedirle premura. El le dijo que lo pensará. “¿Ya lo pensaste?”. El se muestra horrorizado por la edad a la que le exigen el fetiche masivo. Pero en el fondo sabe que, aunque con condiciones, deberá acceder. “Los padres los están regalando como premio por pasar al secundario”, dice De Angelis. Ana Wortman, socióloga, titular de la cátedra de Sociedad de Consumo de la UBA, cree que se trata de un juego que en realidad proponen, al menos de forma masiva, los padres en busca de objetivos distintos a los de los adolescentes. “Se fortaleció la idea de comprarles un celular a los doce años con una fantasía de control. Pero además, hay una actitud consumista global. Según observamos en seminarios latinoamericanos en lugares como Colombia –donde los índices de criminalidad son diez veces peores que los argentinos– también los padres regalan celulares que sus hijos usan para enviarse permanentemente mensajes de textos como una función lúdica”, sostiene Wortman, quien escribió el libro Imágenes publicitarias/Nuevos burgueses.

Hiperconectados
En sociología el fenómeno que describe la especialista se lo llama “consumo conspicuo”. De Angelis cree que se trata de un fuerte “efecto demostrativo” en el que se comienza con el celular, pero se continúa hacia el i-POD o el MP3. “La computadora y el celular son los elementos que en este momento más representan el consumo de la clase media argentina. Tienen un valor muy simbólico, y se compran por contagio”, dice. De la encuesta se desprende que además de estos productos el 72 por ciento de los adolescentes tiene walkman o discman, y el 30 el chiche del momento, el i-POD o MP3. En sus casas, casi seis de cada diez tiene DVD, y más de cinco cada diez Play Station. Así como las mujeres usan más el celular que los hombres –el 98 por ciento–, son los más chicos, de entre 13 y 16, los que más lo llevan encima.
La conexión a Internet no sólo es masiva –es la segunda actividad de tiempo libre más frecuente–, sino que además les demanda bastante o mucho tiempo. El 45 por ciento confiesa pasar entre dos y tres horas frente a la pantalla, y el 23 más de cuatro horas. Sólo el 3 por ciento no se conecta jamás. Claro que son los hombres más que las mujeres y los chicos más que los más grandes los que están más enchufados a la red. “Contrariamente a los preceptos y los prejuicios, no puede afirmarse la hipótesis que a mayor nivel de uso de la PC, peor es el rendimiento escolar”, dice el informe de Diagonal Sur. Lo que sí queda en evidencia es el aburrimiento impresionante que les produce a los adolescentes la lectura. Sólo para el 2 por ciento es el mayor placer, para un 4 por ciento la segunda actividad preferida y para un dos por ciento la tercera. Arriba en el ranking de lo que prefieren hacer en su tiempo libre está el rubro “escuchar música”. El 54,2 por ciento la considera su principal actividad en el tiempo libre. Las chicas admiten preferir las actividades sociales el doble que ellos y escuchan más música. Los varones le dan una importancia mayor al deporte y menos a las salidas. El estudio aclara que “se ve que quienes pasan más de cuatro horas diarias frente a la PC son los que menos actividades sociales y deportivas realizan y al mismo tiempo son los más propensos a encontrar entretenimientos en los aparatos electrónicos”.

Amistades
Si la lectura parece ser parte de un universo de los adultos, la escuela aparece en crisis como un espacio de aprendizaje apreciado por los adolescentes. Es más bien, según las cifras, un lugar de sociabilización. Casi el 60 por ciento contesta a la pregunta “¿Qué es lo que más te interesa del colegio?” con: “amigos”, “nada”, “las horas libres” o “el recreo”. Detrás aparecen los ítem “adquirir conocimientos” (7 por ciento). Entre las materias ranquean las “ciencias sociales” con una buena performance teniendo en cuenta el nivel de desinterés (6,81 por ciento) y en el fondo de las preferencias y de manera paradójica la materia que, atenti los datos, debería en-can-tar-les: informática (sólo 2,88 por ciento). Wortman observa el desinterés por lo escolar sin asombros inocentes. “El sistema educativo plantea el problema de no incorporar creativamente las nuevas tecnologías. Y seguramente hay falta de diálogo entre varias escenas; si no, no se entiende que no les guste informática”, opina.
“No les importa la escuela, les es indiferente, sólo les importan los amigos”, define el encuestador. “No es algo para celebrar –dice la socióloga–. Pero tampoco creo que sea un problema para culpabilizar a la escuela. No me sorprendió, esto se constata cotidianamente, estudian muy poco y les produce más atracción la computadora. Tienen poca curiosidad por saber y conocer”.
En ese sentido De Angelis considera que, contra lo que han pretendido dos o tres generaciones de padres, los chicos no estudian con la compu, sino que “se relacionan con ella”. “Usan las herramientas tecnológicas para fortalecer sus grupos –dice–, para hacer sus vínculos más sólidos. Son más bien nucleares. Definitivamente lo que a esta generación más le importa son los amigos. Para eso usan lo que les dan los padres, para mantenerse comunicados, lúdicamente, con los pares. La escuela es algo que les resulta indiferente. Es un mundo nuevo que uno intuye, pero que aún está ausente desde las políticas públicas”.

Ciberamistades
Las herramientas están: si el 86 por ciento de los encuestados tienen computadora en la casa, de ellos sólo el catorce por ciento no tiene conexión. Es fuerte el crecimiento de la banda ancha (26 por ciento tiene ADSL y 38 por ciento cable módem). La conexión telefónica está en retirada (22 por ciento). No conformes con tener compu y conección, para huir de padres molestos, los chicos usan el cíber. Cuatro de cada diez de los que poseen la PC igual usan el cíber público. Para la mayoría lo importante no es sólo acceder a información (sólo el 5,5 por ciento la busca) o usar el correo electrónico (apenas el 3,4 se envía e-mails), sino la instantaneidad de los mensajes. El 36,65 por ciento chatea. O visita páginas. En orden de preferencias: las musicales –el gran dato es que el 76 por ciento baja archivos de la web–, los buscadores, los deportes, y los flamantes “Flog” o “Fotolog”, un accesible sitio personal que permite exponer fotografías y comentarios, actualizados a diario.
En el fondo, los diarios: los adolescentes no los ven apetecibles, apenas el 2,36 por ciento dice leerlos habitualmente en pantalla.
Hace diez años este diario publicó la historia de dos biólogos que en los albores de Internet se conocieron en un foro de la red. Se casaron y fueron noticia. Hoy el método cíber se convirtió en una nueva y central manera de conocer a otros. El 40 por ciento de los adolescentes reconoce que conoció gente por la red. Y de ellos casi el ciento por ciento continúa esas relaciones en diversos formatos. Los más se vieron tras el primer contacto virtual y continúan como amigos (36 por ciento). Los menos continúan como ciberamigos (32 por ciento). O son compañeros de chateo, novios (el 7 por ciento lo consiguió por la red), o cibernovios, una categoría virtual del corazón moderno.
Si el padre de Malena lee esta nota puede que acceda al reclamo de la púber. Los especialistas coinciden en que es tal la manera en que se ha insertado la tecnología en la vida adolescente que no tener un celular resulta un estigma en ciertos sectores. “Mi amiguita ya lo tiene”, dice la nena, y ve cómo su compañera de banco saca fotos con el celu y las manda a sus amigos o las sube a un flog. “Son formas lúdicas, pero lo lúdico a veces también es creativo. No tendría una mirada negativa o apocalíptica en el sentido de que esto potenciaría la ignorancia o la frivolidad –propone Ana Wortman–. Hay ciertas formas de la racionalidad que han sido muy autoritarias. Quizás podamos ver nuevas maneras de decir en esta alianza con la tecnología propuesta por padres y capturada por los chicos”
Texto extraído de: http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/elpais/1-61459-2006-01-09.html

Uso adecuado de las tecnologías

DEBATE
No importa el método sino la calidad educativa. Son interminables las polémicas acerca de cómo educar a los jóvenes. Lo finalmente relevante son los valores culturales que se transmitan.

Fernando Savater. FILOSOFO ESPAÑOL

"En principio, la instrucción —que describe y explica hechos— y la educación, que pretende desarrollar capacidades y potenciar valores, son formas de transmisión cultural distintas pero complementarias, es decir, en modo alguno opuestas ni excluyentes.
"Por poner un ejemplo: dar cuenta objetiva de ciertos sucesos y procesos es instructivo; verificar así lo valioso de la objetividad para el conocimiento humano es educativo. Otro: constatar la reprobación casi universal del asesinato dentro de las comunidades humanas es instructivo; deducir de ello el notable valor de la vida del prójimo para los hombres resulta educativo. Perdónenme la obviedad, mañana les prometo volver a ser ingenioso.
"La instrucción promueve el conocimiento de lo que hay; la educación se basa en ella para conseguir destrezas y hábitos que nos permitan habérnoslas lo mejor posible con lo que hay. Pero ello no implica que la instrucción carezca de propósito referente a cómo vivir ni que la educación tenga licencia para convertirse en mero voluntarismo contrafáctico.
"La contraposición instrucción-educación es semejante en más de un aspecto a la que en periodismo se establece entre información y opinión. Sostiene la sana doctrina que nunca debe confundirse en un medio de comunicación la una con la otra: la información de lo que sucede no debe contaminarse con la opinión que interpreta y valora lo que sucede. Pero todos sabemos que incluso la información más objetiva implica elementos opinativos, sea en la forma de redactarse, en la selección de lo relevante frente a lo aleatorio o en la importancia que se concede a unos hechos sobre otros similares, que no siempre coincidirá con lo que preferiría la subjetividad de cada cual: si el mismo día muere mi padre y fallece el Rey (q. D. g.), los medios de comunicación primarán el segundo acontecimiento sobre el primero, aunque para mí el impacto de ambos sucesos sea inverso.
"De modo paralelo, los artículos de opinión y los comentarios más fiables serán —o creo yo en mi simpleza optimista que deberían ser— los que se apoyen en una información mejor documentada, sin la cual las opiniones son meros caprichos o exabruptos. Por tanto, distinguir y presentar separadamente información y opinión dentro de lo posible es muy aconsejable, pero ello en modo alguno comporta que la información nunca opine o que la opinión deba estar desinformada.
Pues bien, la distinción (y la vinculación necesaria) entre instrucción y educación es de un corte bastante parecido.
"Me parece que enfrentar la instrucción y la educación, incluso llegando a valorar una como recomendable y la otra como manipuladora, resulta absurdo cuando se considera en su conjunto el sentido de la transmisión cultural. Ambas responden a la necesidad de proporcionar a los jóvenes los elementos que consideramos más útiles para que su vida y la armonía social tengan esperanza de prosperidad.
"Según este criterio, tan importante es que el neófito conozca el dato objetivo de que la carne humana es comestible como la pauta moral que recomienda enérgicamente otro tipo de dieta.

Texto extraído de: http://www.clarin.com/diario/2007/09/24/opinion/o-01915.htm

El libro digital

Parte I

EL LIBRO DIGITAL

El Kindle, el nuevo e-book de Amazon, o cualquiera de los otros dispositivos basados en tinta electrónica tienen un problema básico fundamental. No son libros.

Si el Kindle fuera en efecto un libro electrónico, entonces tendría sentido no ya compararlo con el volumen impreso, lo que es lícito per se, sino llamarlo, como desfachatadamente se lo viene llamando, libro electrónico o e-book .

No piense el lector, se lo ruego, que he sufrido de pronto alguna clase de trastorno psíquico que me obliga a la tautología inmoderada. Concédame unos minutos más.

Nadie sostiene que su PC se convierte en un verdadero Jumbo 747 cuando le da doble clic al Flight Simulator. De hecho, aun cuando la similitud fuera mayor, como en el caso de los simuladores de las líneas aéreas, que aportan feedback físico a los pilotos virtuales, no los llamamos aviones , sino simuladores .

Pero, ¿por qué? Bueno, sencillamente porque el simulador no vuela ni puede volar. Poder volar es la característica sine qua non del sustantivo avión .

Encontrar este rasgo fundamental es fácil en un caso así. Pero las cosas se pueden complicar mucho en semántica. ¿Un pájaro es acaso un avión? No. Pero su rasgo característico es el de poder volar. Error. No lo es. Un pájaro pertenece a una cierta familia de bichos emparentados por una cantidad de rasgos anatómicos. Algunos vuelan, como el gorrión; otros no pueden volar, como el avestruz. Además, un volátil que hubiera perdido las alas seguiría siendo un pájaro, porque un animal no es una cosa, una herramienta o un objeto. Ser cosa o ser vivo son dos categorías fundamentales de todo análisis semántico.

Este desmenuzar el significado de las palabras no sólo es útil en general, sino que, cuando la realidad se vuelve muy cambiante, como en los tiempos que vivimos, es indispensable. De otro modo malgastamos una enorme cantidad de energía en cuestiones que no lo merecen. Incluso en cuestiones que ni siquiera existen, como la supuesta rivalidad entre los libros impresos y los electrónicos.

Hace más de veinte años que vengo oyendo que el libro impreso será finalmente desplazado por el electrónico. Y no me cabe duda de que alguna vez será así. Sólo que ni el Kindle ni los otros dispositivos de su clase son libros. Es posible incluso que el libro desaparezca (por ejemplo, porque ya nadie más quiere leer), pero no que sea reemplazado por estas agendas electrónicas hipertrofiadas.

Por eso me propongo buscar las características fundamentales de eso que llamamos libro . No va a ser fácil.

Lo primero que a uno le viene a la mente es que los libros son algo que podemos leer. Esto es enteramente falso. Un libro seguirá siendo un libro incluso cuando no comprendamos el lenguaje en el que están impresas sus páginas. De hecho, ni siquiera es necesario estar seguros de que las páginas están realmente escritas en un idioma real, como es el caso del manuscrito Voynich ( http://voynichcentral.com/ ). Incluso en este caso extremo, no dudaremos en llamarlo libro .

La razón de esto es que la escritura está basada en nuestra capacidad para reconocer formas gráficas con un grado de detalle muy alto. Las letras son dibujitos, en última instancia.

Refinemos nuestra definición un poco más. Un libro sería un objeto creado por el hombre para transmitir imágenes (una página de Hamlet, un mapa, una lámina en una enciclopedia). Según esta definición, un rollo de papiro en la Biblioteca de Alejandría, o los códices romanos y japoneses son libros. No obstante, utilizamos en cada caso palabras diferentes. Un rollo es un rollo, no un libro en forma de rollo . Codex significa una cantidad de cosas en latín, pero todas tienen que ver con la madera; aunque la palabra códice suena hoy a manuscrito secreto y abundante en fórmulas mágicas o relatos prohibidos, la verdad es que se trataba de un conjunto de tablas de madera atadas a un costado.

Así que, al parecer, la forma y la sustancia hacen al libro. Sí, pero no lo definen. Porque un libro con todas sus páginas en blanco es en realidad un cuaderno; y un rollo de papiro en blanco es un montón de fibras vegetales sin ningún valor; y un conjunto de tablas de madera es algo que encontramos en un aserradero, no en una biblioteca o en un museo.

Ahora, si usted compra un libro y por una falla de impresión todas sus páginas están en blanco, ¿sigue siendo un libro? Será un libro fallado que la librería le cambiará por otro en buenas condiciones. No le darán a cambio un cuaderno. Interesante. El motivo por el cual le cambian el volumen es porque ha habido una falla de almacenamiento, no de lectura. Si usted no supiera leer, el comerciante no le aceptaría el cambio. De hecho, encontraría el argumento bastante ridículo. Créame que la mejor ley de defensa del consumidor no exige que un libro lleve impresa la leyenda "Para consumir este producto usted debe estar alfabetizado".

La definición de la Real Academia se ajusta bastante a lo que hemos establecido hasta aquí. Dice: "Libro es un conjunto de páginas impresas que, encuadernadas, forman un volumen".

Pero, como sabe el lector que sigue esta columna, creo que los diccionarios, como las leyes, pueden atrasar. La etimología tampoco ayuda mucho. Si codex significa bloque de madera , liber, de donde viene la palabra libro, es la corteza interna del árbol . Sin embargo, no todo conjunto de páginas basadas en madera o en celulosa serán un libro, como decíamos hace un momento. Sigamos haciendo preguntas.

¿Es el libro, esencialmente, una forma de transmitir imágenes gráficas o de almacenarlas? La transmisión de textos es previa al libro y la escritura. Algunas de las obras que conocemos hoy fueron alguna vez pasadas de boca en boca, de maestro a alumno, de bardo a bardo por medio de la tradición oral. El problema que vino a resolver la escritura no fue la transmisión, sino la perpetuación. Un libro puede durar más que el más longevo de los oradores, y su sistema de memoria (pigmento sobre hojas de alguna sustancia flexible) es lo bastante estable para que podamos descartar ciertos mecanismos literarios que existían casi exclusivamente para ayudar a la memoria de los rapsodas.

Parte de la confusión proviene del hecho de que el libro almacena la información en la pantalla. Modernamente, hacemos las cosas de otra forma. Guardamos los datos en un componente (una memoria, un disco duro) y los mostramos en otro (el display). El libro es más complejo, paradójicamente.

El interés por almacenar el lenguaje de forma más o menos permanente es un viejo sueño de la humanidad. La escritura nació con esa función, hace unos cinco mil años. Pero la escritura es, en rigor, un conjunto de tecnologías.

Por un lado, la representación visual de sonidos, usando cuñas, jeroglíficos. Por el otro, como no puede escribirse en el aire, el desarrollo del soporte de almacenamiento, como diríamos hoy.

Como fuere, de nada sirve almacenar datos si después no podemos recuperarlos, pero la escritura resolvió esto solapando de nuevo dos funciones: quien sabe escribir sabe necesariamente leer.

El libro impreso es la culminación de este conjunto de tecnologías, y es previo en unos 500 años a la difusión masiva de información, obra de Gutenberg. El genio de Maguncia no alteró el dispositivo, sino la forma de fabricarlo.

Pero su sencillez práctica encierra muchas complicaciones semánticas. Para empezar, la interfaz de lectura coincide con el mecanismo de almacenamiento. Tanto, que un libro ya impreso permite almacenar datos adicionales de forma permanente con la sola ayuda de un lápiz o un bolígrafo. Llamamos a esto anotar y subrayar . También es posible destacar párrafos con resaltadores, arrancar hojas (qué crimen), fotocopiarlas y hasta reencuadernar un volumen sin alterar el contenido.

Veamos que tenemos. Un libro es un dispositivo de almacenamiento de imágenes en el que la memoria y la pantalla son un mismo componente, al que llamamos hoja ; observe que no me refiero a la página, sino a cada lámina de celulosa, porque no es posible separar cada cara de una hoja.

Las hojas, claro, no son todo el libro; éstas deben además estar encuadernadas. De otro modo sería imposible realizar la mayoría de las acciones a las que nos tiene habituados el libro.

Podríamos haber partido de la definición de la Real Academia, pero hubiera conducido a la aparente tautología del principio. "Libro es un conjunto de páginas impresas que encuadernadas forman un volumen", qué novedad.

Dicho de otra manera, el libro es el dispositivo de almacenamiento de imágenes basado en hojas más avanzado que hemos podido desarrollar hasta el presente, pese a los esfuerzos de la informática.

Veamos los rasgos de este objeto que, de tan evolucionado, no ha variado en nada durante más de 1000 años.

Capacidad

El número de páginas es fijo y está determinado en el momento de la encuadernación por lo que se quiere almacenar. Pese a esta limitación, permite almacenar más datos al vuelo usando herramientas muy baratas, omnipresentes y 100% compatibles entre sí y con el libro (lápices, biromes, pluma, y así).

La capacidad de almacenamiento de un libro, con todo y ser exigua en comparación con la de los e-book, es sin embargo 100% confiable. Los datos han probado perdurar durante siglos, y esto sin depender de baterías o software para interpretar los datos. Por comparación, la tinta electrónica sólo puede mantener una página por vez, sin ayuda de corriente eléctrica, y no sabemos cuánto tiempo duraría el material de que está fabricada.

Bookmarks

La posición de lectura se marca por medio de una extensión de terceros llamada señalador , sin límite de entradas. Un boleto de colectivo sirve, aunque los hay también de adorno, con inscripciones, publicidad, borlas de lana, de cuero, y sigue la lista. La compatibilidad es, de nuevo, sin fisuras: cualquier página de cualquier volumen se puede señalar con cualquier cosa, incluso doblando la esquina de la hoja que se quiere marcar (cómo odio eso), o usando las solapas de la tapa y contratapa, si están disponibles. En el peor de los casos, se puede dejar el libro abierto en la página que estábamos leyendo, boca abajo.

Unos pocos libros de encuadernación lujosa vienen con un señalador de tela incorporado. El estudioso sabe que los señaladores de papel pueden a su vez anotarse, para indexar rápidamente un texto.

Interfaz de usuario

Aunque la computación todavía está lejos de ofrecernos algo siquiera remotamente parecido, el libro nació con una interfaz de usuario tridimensional. Esto es, puede manipularse en el espacio, ofrece feedback físico y, una vez cerrado –diríamos apagado–, ocupa un volumen concreto. Algunos critican esta característica del libro, sin tomar en cuenta que es el costo inevitable de toda interfaz tridimensional.

(Al margen, el que un libro sea también un objeto lo coloca a la medida del hombre, que también ocupa un volumen concreto. Un libro electrónico, al revés de lo que se suele decir, no nos ofrece miles de libros; nos ofrece, en todo caso, el texto de miles de libros. Son cosas diferentes, y enseguida volveré sobre este punto, que es esencial.)

La interfaz del libro no requiere dispositivo apuntador (mouse, lápiz óptico) y es, por así decir, sensible al tacto con infinitas entradas posibles (el iPhone tiene dos). El tiempo de respuesta es cero; dicho más simple, no existe nada más rápido que un libro.

Tecnología

La hoja impresa en sí es uno de los logros más extraordinarios de la tecnología humana, aunque hoy la subestimamos.

Almacena y exhibe la información a la vez usando un mismo componente, y lo hace sin consumir energía y de forma tan estable que es imposible falsificar una sola palabra sin que el más básico de los exámenes forenses lo descubra en segundos.

La hoja es delgada, flexible y resistente, y al mismo tiempo 100% independiente del dispositivo; se la puede arrancar sin que fallen las otras hojas o el resto del dispositivo, un avance que la tecnología informática ni siquiera sueña con proveer.

Toda información que se agregue a las páginas durará lo mismo que la impresa originalmente, con lo que cada libro es también un objeto vinculado a nuestra historia personal. Dicho más simple, se lo configura con sólo usarlo. Y esa configuración es imperecedera.

Resolución

Los libros, diarios y revistas se imprimen a una resolución de entre 1270 y 3200 puntos por pulgada. Sólo para poner estas cifras en perspectiva, y no con ánimo de humillar, el Kindle tiene una resolución de 166 dpi.

Cuestión de fe

Como los simuladores de vuelo, el así llamado libro electrónico simula las páginas en una pantalla, pero no tiene páginas, simplemente porque carece de hojas. La pantalla es bidimensional, razón por la que aunque el e-book es un objeto, su interfaz ni es tridimensional ni ofrece feedback físico.

El display es levemente flexible, pero no deja de ser un dispositivo electrónico delicado. Si se rompe, dejará decenas de miles de páginas inaccesibles. Esto es así porque los libros que guarda el e-book no son libros, sino textos desencarnados.

Por más vueltas que le demos, el e-book no tiene ni un solo punto en común con el libro. Hagámoslo simple: no tiene hojas, no es un libro. Y hagamos ahora una comparación brutalmente práctica.

Como he dicho en otra ocasión, un e-book puede contener el texto de la Biblia, es indudable. Pero no es la Biblia. ¿Por qué? ¿Acaso porque una Biblia no debería ser de plástico? ¿Porque no es correcto que tenga botones? No, no es por lo que al e-book le sobra, sino por lo que les falta a sus textos. Y lo que les falta es la independencia existencial de los objetos.

Sólo basta imaginar lo que ocurriría si a una biblia electrónica se le agotaran las baterías en medio de la liturgia, o que su sistema operativo emitiera un sonoro mensaje de error fatal y se colgara en medio de una boda. Bueno, siempre se podrá tener un e-book de repuesto, ¿pero quién puede tenerle fe a una cosa que puede quedarse sin baterías?

Pero lo más serio es que al libro electrónico le falta también honestidad. La página impresa contiene ese texto y ninguna otra cosa. El e-book contiene un amasijo comprimido de datos que, software mediante, se visualiza como texto en el display. Así, una biblia electrónica contendría, por lo tanto, más que el texto de la Biblia. Un verdadero dilema a la hora de verificar el canon eclesiástico o, más aun, a la hora de aferrar las Sagradas Escrituras cuando rezamos o en un momento de profundo sufrimiento.

Pero entonces, ¿qué es un libro electrónico si no es un libro?

Ya especularé sobre ese tema en alguna otra columna.

Ahora me voy a leer un rato.

Por Ariel Torres, Diario Clarín

Parte II

UNA NUEVA GENERACION DE APARATOS PONE EN JAQUE A LA INDUSTRIA EDITORIAL TRADICIONAL

Libro electrónico: la batalla por la biblioteca virtual recién empieza

Escritores, agentes literarios y editoriales se ubican frente al avance del e-book.

El libro digital ya está en carrera y con él varias batallas se anticipan en el mundo editorial. Con la presentación del nuevo Kindle2 -un "lector" de e-books con con wi-fi y conectividad 3G para descargar libros- Amazon desafía no solo a Google sino también a las grandes editoriales tradicionales. El aparatito todavía es caro para resultar masivo -cuesta 359 dólares-, pero llega apadrinado por grandes autores de best sellers, como Stephen King y John Grisham. Por apenas 3, 99 dólares los lectores de Kindle pueden comprar ahora Ur, el relato de King, escrito exclusivamente para ellos. Esto, sumado al aumento de las ventas en Estados Unidos -en la primera mitad de 2008 se vendieron más eBooks que en todo 2007- muestra que estamos en un momento de inflexión: quizás nuestros nietos no lleguen a leer nunca libros de papel y las queridas bibliotecas sean meras reliquias dentro de 20 años.

Y el cambio está sucediendo ahora.
Aunque las ventas por 17,3 millones de dólares no son significativas frente a los 39.940 millones de dólares que factura la industria editorial estadounidense, el crecimiento es acelerado y Amazon es el nuevo gigante al que todos miran con recelo. El aumento de sus ventas de libros online fue de 23% en los primeros seis meses de 2008, mucho más que las de las librerías tradicionales que crecieron sólo 3%, según revela un informe de Jim Milliot para la Feria de Frankfurt al que Clarín tuvo acceso en exclusiva.
Con el Kindle y los 230.000 títulos disponibles para leer con este dispositivo, Amazon está a la cabeza del mercado de e-books y las editoriales temen la competencia de la mayor librería online, que ya está incursionando en el terreno de la edición.
Antes de 2012, estima Milliot, Amazon estaría en condiciones de hacer contratos directamente con los autores y hasta podría comprar una editorial como ya lo hizo con una productora de audiolibros. Por su parte, las grandes editoriales están digitalizando sus libros para vender sus contenidos directamente a los usuarios.

El e-book en español
Mientras tanto, en la Argentina el fenómeno del e-book es mirado con cautela. "No estamos mirando al mercado electrónico de libros y es una falencia. Los editores argentinos tenemos mucho miedo a la copia pirata", dice Ana Cabanellas directora de Claridad y presidenta de la Unión Internacional de Editores. El panorama es similar en editoriales grandes y chicas que, a lo sumo, cuelgan sus libros en Google Books para una lectura parcial.
Distinto es en España y México donde el libro electrónico está en plena fase de despegue. "Vamos a vender e-books antes de final de 2009. Siempre a través de canales externos, e-retailers ya existentes como casadellibro.com, elcorteinglés.com, fnac.es o Publidisa", dice a Clarín Santos Palazzi, director del Area Mass Market del grupo Planeta. "Los libros académicos y escolares son los que más crecerán en formato digital. Pero todavía a los dispositivos de lectura digital les faltan funcionalidades, ergonomía y precio para llegar al gran público. El i-pod para los libros todavía no ha visto la luz", cierra el experto español.
Por su parte, la poderosa agencia literaria Carmen Balcells lanzó la colección de e-books Palabras Mayores, formada por ciento veinte títulos de reconocidos autores como Juan Marsé, Rosa Montero y Gabriel García Márquez.
Y la publicación no está a cargo de ninguna editorial sino de la empresa Leer-e, que comercializa e-books y lectores electrónicos. Estos e-books se venden a sólo 5 euros.

La pelea por los precios
Un segmento de mayor crecimiento es el del libro académico en formato digital, que generan importantes ganancias a las editoriales estadounidenses especializadas. Y es en esa área donde se registran los mayores avances en América latina. Siglo XXI de México tiene un fuerte programa de venta de e-books: más de cientoveinte títulos que se comercializan a través de dos sitios: Librisite, que vende a librerías digitales y Netlibrary, que vende exclusivamente a bibliotecas.
"Por ahora gana el uso académico de e-book: el sitio que declara mayores ventas es Netlibrary y las bibliotecas que más compran son la de Estados Unidos", dice María Oscos, gerente de Producción de Siglo XXI en México, que tiene entre sus compradores a la Los Angeles Public Library, la National Library Board de Singapur, Taiwan Super ebook Consortium, junto a universidades como la de Guadalajara y la de Cuyo en Argentina. "En 2009 pensamos subir cien libros más, todos los de 2007 y los de 2008", agrega Oscos.
El precio de los e-books de Siglo XXI es 20% más barato que el del libro en papel. Y esa es en general la tendencia y es precisamente el número que enciende la alarma en las editoriales. Amazon cobra 9,99 dólares los best sellers digitales, incluso si las editoriales se los venden al mismo valor que el libro en papel.
"No acordamos con esa estrategia de precios" dijo una ejecutiva de Simon& Schuster al New York Times. Tal la disyuntiva: mientras que los exégetas de la cultura digital sostienen que los precios bajos son una demanda legítima de los lectores, para las editoriales el e-book es un objeto-presagio que anuncia un futuro de magras ganancias. Se verá.
Alejandra Rodríguez Ballester
Texto extraído del Diario Clarín, domingo 21 de febrero de 2009


NTIC y Escuelas

¿Cómo pensar nuevos puentes entre los grandes cambios (y constantes) de las tecnologías y los conocimientos que formará a las generaciones ...